Buenos días y feliz San Juan a tod@s, amantes de las sórdidas verbenas, del tractor amarillo y la Macarena, de la reposteria industrial precongelada, de la pirotecnia asiática manufacturada de forma esclavista, del cava calentorro y en general indignad@s vari@s.
Cuando eres un crío y se te cae el primer diente, esa noche es muy especial, lo colocas debajo la almohada y esperas con ansia a que el roedor de turno te premie con un regalo. Ayer, tras una semana de insoportables dolores de riñón, cócteles de antinflamatórios y litros y litros de agua embotellada, pude expulsar mi primer cálculo renal. Mi estado era una mezcla de la satisfacción de un niño desdentado y el alivio de una partera ya madre. Noche de San Juan, solsticio de verano, esta vez la única hoguera que he visto tras muchos años de celebrarlo ha sido la que ardía en mi interior y los petardos los que estallaban dentro de mí, pero el ansia y la ilusión por el mañana podía más que el maquiavélico dolor.
Hoy con resignación compruebo que cuando te haces mayor los ratoncitos Pérez pasan de largo y los dolores siguen a modo de premio. Motivos para la indignación no faltan y analgésicos para sobrellevarlo tampoco, por lo menos a mí.
Cuando eres un crío y se te cae el primer diente, esa noche es muy especial, lo colocas debajo la almohada y esperas con ansia a que el roedor de turno te premie con un regalo. Ayer, tras una semana de insoportables dolores de riñón, cócteles de antinflamatórios y litros y litros de agua embotellada, pude expulsar mi primer cálculo renal. Mi estado era una mezcla de la satisfacción de un niño desdentado y el alivio de una partera ya madre. Noche de San Juan, solsticio de verano, esta vez la única hoguera que he visto tras muchos años de celebrarlo ha sido la que ardía en mi interior y los petardos los que estallaban dentro de mí, pero el ansia y la ilusión por el mañana podía más que el maquiavélico dolor.
Hoy con resignación compruebo que cuando te haces mayor los ratoncitos Pérez pasan de largo y los dolores siguen a modo de premio. Motivos para la indignación no faltan y analgésicos para sobrellevarlo tampoco, por lo menos a mí.