Hasta hace bien poco, creía que en la vida, la idílica, esa a la que todo hij@ de vecino aspira, sólo habían tres archiconocidas cosas, ese compendio que se dice, es la sólida base (valores a parte) para construir la FELICIDAD personal, los pilares en dónde se asienta el complejo entramado del bienestar, el trípode para fijar, sostener y regular una vida placentera, vaya, lo que en otras palabras conocemos como el elixir de la felicidad; SALUD, DINERO Y AMOR.
Ignorante de mí.
En la antesala de los cuarenta, que ya son años, desconocía el ingrediente oculto a dicho elixir, el potenciador de la fórmula, la guinda que corona dicho pastel.
Han faltado casi cuarenta años, 700 kilómetros y una amistad forjada a través de muchas horas surcando el espacio virtual de las redes sociales, para descubrir de forma meramente casual y para deleite de mi metabólicamente disfuncional organismo, el SALMOREJO de la prima TERESA. Algo tan simple y elemental pero con un poder genuino de estimular la sensación de PLACER que evoca incuestionablemente a un estado de felicidad y estabilidad del ser.
Y mira tú por dónde, escribiendo este texto y tecleando tan sólo con el índice en cada uno de los caracteres que lo conforman, me ha dado la hora de comer, y de no sólo alimentar mi organismo sino de alegrar también mi mediocre existencia con tan divino manjar.
Mil gracias prima por hacerme(nos) FELIZ(CES).
