P R Ó L O G O
Maldita, maldita sea, maldita sea una y mil veces, maldita sea Reichel!!!
Reichel McFlurry, mi prima-hermana, ella y sólo ella era la culpable a mi modo de ver, de la enésima tragedia que azotaba a nuestra familia.
Era una soleada, primaveral e intrascendente a priori, mañana de domingo, en la que se suponía que Reichel tenía que estar en casa a cargo del Abuelo Jack, el octogenario patriarca del clan McFlurry. Pero no, no estaba. No solamente no estaba sino que había dejado el maldito pastel enfriándose en la ventana, a merced de cualquiera que con hambruna matutina quisiera hincarle el diente. Y ese cualquiera no fue tal, fue tía Dorothy. Quién le mandaba a esa niñata engreída, querer emular a tía Doth y su arte pastelero?. Pero el destino y la mala práxis de Reichel lo quisieron, quisieron que ello ocurriera y que fuera ella la que encontrara el cuerpo sin vida de tía Doth inerte en su mecedora. Para disculpa propia, esgrimió el argumento (muy típico de ella) que como el viejo fregadero del baño continuaba obstruido, tuvo que ir a limpiar el resultado de las ingestas de alcohol y zarzaparrilla, que el abuelo había depositado en su cuña al abrevadero de los pájaros, tiempo suficiente para que ocurriera lo que ella bautizó como "el fatal accidente". Accidente si, pero evitable como la gran mayoría de accidentes. Cientos de veces vio a tía Doth pelar y limpiar de pipas las calabazas, miles de veces pelarlas, limpiarlas y repasar que no quedaran pipas antes de hervirlas, millones de veces repasarlas una vez hervidas y antes de introducirlas en la masa. Pero todo esto fué mucho antes de que la granja se equipara con las potentes y resolutivas horneadoras Bratson&Co., que el tío William (su marido) mandó instalar hace un par de lustros. Pero ella, Reichel, es la más inteligente, la primera y más original, la más rápida y mejor cuando se trata de joderlo todo y de que manera!!
Que ironía, las calabazas nos lo han dado todo y las calabazas nos lo quitan cual agresiva y voraz pandémia. Primero fue el propio tío Will al partirse el espinazo cuando desafortunadamente se cayó del techo del nuevo invernadero en construcción. Le siguió el anodino e introvertido primo Timothy (su hijo) al serle pateado el cráneo por una res, desde entonces ya no tenemos vacas en la granja. En medio, la grave crisis del sector, de la mano de una caída en picado del precio de los productos agrícolas manufacturados, que fue propiciada por la entrada masiva en el mercado de productos tipo los de la factoría FV, una época durante la cual, hasta el más tonto hacía de granjero/a. Para acabar con una demoledora plaga de avispa canibal africana, que diezmó casi por completo nuestra cabaña apícola. Y ahora, ahora esto. Tía Dorothy, más que tía una madre para mí. El motor de la familia, el cerebro, corazón y manos de este pequeño imperio del cabello de ángel. Un ángel caído por el insignificante pero potencialmente letal proyectil, que resta latente en el corazón de toda calabaza, la pipa. La pipa que Reichel no vió al querer dárselas de repostera, pero que para la tráquea de tía Doth fué la rueda de molino con la que es imposible comulgar, con la que es imposible respirar y con la que es imposible vivir. Y yo, esta vez por la grandeza de una mísera pipa, yo Mike McFlurry, vuelvo a ser huérfano por segunda vez en mi vida.
(Podréis seguir el relato por entregas que periódicamente se irá publicando en el FREGADERO. Y por favor, no olvidéis dejar vuestra opinión una vez leído, gracias!!)
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