LA CUESTA DE SEPTIEMBRE

 Bienreencontrados tod@s.
 Un año más llegó septiembre y con él, el segundo inicio del año. Sociologicamente es sabido que el año tiene un inicio, enero, y un reinicio, una repesca, una segunda oportunidad a tres meses vista del final del mismo, septiembre. Un tiempo de cambio, buenos propósitos, dietas, inicio de colecciones, nuevos objetivos o en su defecto propensión al cambio de actitud para conseguir retos anteriormente fijados. Momento para resurgir cual ave FÉNIX tras nuestro Armagedón particular. Es en este periodo, que tras un parón vacacional, los bioritmos se ponen en marcha de nuevo con las pilas teóricamente recargadas. El periodo vacacional en sí, actúa (o tendría que actuar) a modo de ducha tonificante o de sueño reparador que hace ver las cosas de diferente forma, despejando dudas, migrañas y malestares e insuflando el aire, la energía y el optimismo nuevos para afrontar el trayecto inmediato. Dicho trayecto empieza con una cuesta, cuesta que viene marcada por las imposiciones propias o ajenas todas ellas pertinentemente colocadas dentro de una mochila y cargada a la espalda, elemento que hace más ardua la subida, y que sin duda en función de lo bien planificado y distribuido que esté ese peso nos ayudará o no a conseguir llegar a la meta.
Cojamos pues nuestra propia mochila, llenémosla con nuestra particular carga, iniciemos la marcha recordando levantar los pies al caminar (odio la gente que arrastra los pies), y pensemos que por lo menos, si no llegamos hasta el final no ha sido por falta de empeño o ganas, total, enero está a la vuelta de la esquina...